Candela quiso que subiéramos corriendo las angostas escaleras de aquella finca vieja del centro de la ciudad. Ella tenía prisa quizá porque, también como yo, sentía crecer una cierta oscuridad envolviéndonos a cada paso que dábamos. Perseguíamos un foco que se desplazaba escaleras arriba y vomitaba a su paso una ténue luz, que sin saber por qué habríamos calificado de sucia. El camino que íbamos dejando atrás quedaba arrasado en silencio a medida que los fotones desaparecían por completo del conjunto de aristas que conformaban la escalera (se apagaban como pequeños átomos visibles de energía del mismo modo en que la pantalla de un ordenador en reposo disminuye la intensidad del brillo de la misma hasta quedar negra)
Esa fresca claridad característica de las últimas horas de la tarde nos dio la bienvenida al apartar a un lado la puerta metálica al final de la escalera. Ya en la terraza, observamos justo a tiempo, el transbordador espacial despegando hacia Fobos, mientras sentíamos sobre la piel la lluvia de parafina desprendida de los motores a medida que, consumiéndose el combustible, se iba generando.
En ese mismo instante, alguien desde Múnich observaba el vehículo espacial gemelo despegar exactamente al mismo tiempo rumbo a Deimos; después de una cuenta atrás con tantos números como escalones desaparecían en una dramática subida a la terraza de la finca más vieja del centro económico de la Neo-República Alemana del Este.
¿En Frankfurt Oder? :D
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