Mi cuerpo se componía básicamente de mi cabeza, mis manos y una enorme tela roja y ondulada cortada en forma triangular con aspecto de carpa de circo. Mis manos me permitían extender la tela como si fuera un ala-delta y ser un brillante y triangular tejido rojo allá donde fuera.
En particular decidía llevar a cabo mi existencia en la playa, donde me extendía tanto como me era posible, tumbándome boca abajo y convirtiendo mi espalda en una cómoda y suave lona sobre la que mis amigos y amigas pudieran descansar gozando de la brisa marina y el sonido de las olas.
Y el momento más feliz, el final del sueño en forma de reflexión de toalla de playa: pensar que además de placentera para mí, mi existencia era también la garantia de comodidad de la gente que quiero.
jueves, 28 de abril de 2011
sábado, 23 de abril de 2011
Este sueño merece ser contado.
Todo comienza en Inglaterra, en casa de una amiga. Abro su armario y entre cosas suyas empiezo a coger ropa mía escondida y a intentar que todo me quepa en una maleta minúscula. Cuando lo consigo me informa de que me he olvidado los apuntes. Pienso que tendré que ponerlos debajo de la ropa y disimular. Vamos a desayunar y en seguida estoy en casa de una tía mía. La casa da al mar y mi tía, al ver a una mujer bañándose, me dice que me agache. Esa mujer es una terrorista que mi tía conoce y que por más que haya cerrado las persianas acaba entrando en la casa y nos dice que no nos movamos. Mi móvil no deja de vibrar con mensajes de una amiga que me manda chistes y de otra que quiere quedar. Me deja que los lea pero no que responda. Hay un niño pequeño, negrito, que debe ser mi primo porque me abraza muy fuerte y yo le digo que aunque me pelee mucho con él lo voy a salvar. En realidad la que nos salva sin querer es la terrorista, que nos lleva a un sitio montañoso donde va a haber un evento deportivo, nos sienta frente a la Familia Real y dice que va a dar un aviso de bomba, que no nos movamos. En el momento en que se va una furgoneta se pone a nuestra izquierda rapidísimo, separándonos de ella. Un cordón de policías y penitentes vestidos de diversas formas con capirote y enseres incluidos nos hace un pasillo por el que nos dicen que bajemos ( todo esto con nieve) mientras se oyen gritos y tiros al otro lado de la furgoneta. Bajamos y todo parece ir bien hasta que al atravesar una puerta de madera en medio de la montaña vemos que el cordón se ha roto y que los penitentes luchan contra un monje que da unas patadas increíbles y dice cosas ¿sacadas de la Biblia? Yo me escondo cobardemente detrás de un estandarte y el monje loco se pone a darle candela al que lo porta. Entonces una chica de mi clase se quita el capirote, saca una varita mágica y lo hechiza. Yo aprovecho para, de una patada, intentar derribar otra puerta, pero un chico me dice que esa puerta es indestructible de esa manera y que él se niega a abrirla por si nos está esperando un monstruo detrás.
Me despiertan.
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