Sueño.

(Del lat. somnus).

1. m. Acto de dormir.

2. m. Acto de representarse en la fantasía de alguien, mientras duerme, sucesos o imágenes.

3. m. Estos mismos sucesos o imágenes que se representan.

martes, 22 de noviembre de 2011

La playa

Camino por la playa en bañador. La gente alrededor toma el sol y come helado pese a que hace un frío horrible, los niños juegan con las palas y hacen castillos de arena. Cada vez me cuesta más andar sobre la arena, hasta que me doy cuenta que en realidad me voy hundiendo poco a poco en ella. Como si de arenas movedizas se tratara, desaparezco poco a poco. La gente pasea alrededor de mí con total naturalidad, como si las arenas movedizas sólo me afectaran a mí. Pido auxilio pero la gente continúa a lo suyo. Cuando la arena casi me cubre ya la cabeza me despierto.

jueves, 28 de abril de 2011

Sobre Tejidos

Mi cuerpo se componía básicamente de mi cabeza, mis manos y una enorme tela roja y ondulada cortada en forma triangular con aspecto de carpa de circo. Mis manos me permitían extender la tela como si fuera un ala-delta y ser un brillante y triangular tejido rojo allá donde fuera.
En particular decidía llevar a cabo mi existencia en la playa, donde me extendía tanto como me era posible, tumbándome boca abajo y convirtiendo mi espalda en una cómoda y suave lona sobre la que mis amigos y amigas pudieran descansar gozando de la brisa marina y el sonido de las olas.
Y el momento más feliz, el final del sueño en forma de reflexión de toalla de playa: pensar que además de placentera para mí, mi existencia era también la garantia de comodidad de la gente que quiero.

sábado, 23 de abril de 2011

Este sueño merece ser contado.



Todo comienza en Inglaterra, en casa de una amiga. Abro su armario y entre cosas suyas empiezo a coger ropa mía escondida y a intentar que todo me quepa en una maleta minúscula. Cuando lo consigo me informa de que me he olvidado los apuntes. Pienso que tendré que ponerlos debajo de la ropa y disimular. Vamos a desayunar y en seguida estoy en casa de una tía mía. La casa da al mar y mi tía, al ver a una mujer bañándose, me dice que me agache. Esa mujer es una terrorista que mi tía conoce y que por más que haya cerrado las persianas acaba entrando en la casa y nos dice que no nos movamos. Mi móvil no deja de vibrar con mensajes de una amiga que me manda chistes y de otra que quiere quedar. Me deja que los lea pero no que responda. Hay un niño pequeño, negrito, que debe ser mi primo porque me abraza muy fuerte y yo le digo que aunque me pelee mucho con él lo voy a salvar. En realidad la que nos salva sin querer es la terrorista, que nos lleva a un sitio montañoso donde va a haber un evento deportivo, nos sienta frente a la Familia Real y dice que va a dar un aviso de bomba, que no nos movamos. En el momento en que se va una furgoneta se pone a nuestra izquierda rapidísimo, separándonos de ella. Un cordón de policías y penitentes vestidos de diversas formas con capirote y enseres incluidos nos hace un pasillo por el que nos dicen que bajemos ( todo esto con nieve) mientras se oyen gritos y tiros al otro lado de la furgoneta. Bajamos y todo parece ir bien hasta que al atravesar una puerta de madera en medio de la montaña vemos que el cordón se ha roto y que los penitentes luchan contra un monje que da unas patadas increíbles y dice cosas ¿sacadas de la Biblia? Yo me escondo cobardemente detrás de un estandarte y el monje loco se pone a darle candela al que lo porta. Entonces una chica de mi clase se quita el capirote, saca una varita mágica y lo hechiza. Yo aprovecho para, de una patada, intentar derribar otra puerta, pero un chico me dice que esa puerta es indestructible de esa manera y que él se niega a abrirla por si nos está esperando un monstruo detrás. 
Me despiertan.

viernes, 4 de febrero de 2011

Descalzas bajo la lluvia

Mi habitación de la residencia era muy bonita. Las paredes tenían cenefas a juego con la colcha de flores, diseño así como modernista. La ventana daba a una explanada con césped y un bosque a lo lejos. Lo malo es que hacía un frío terrible que se colaba por la ventana vieja. Me asomé y vi a mi amiga R. descalza en camisón, bajo la lluvia. Con sus rizos mojados parecía sacada de un cuadro de, más o menos, la misma época que mi decoración. Bajé a por ella y me empapé yo también. Le dije que en mi habitación tenía un secador, así que subimos a mi planta en un ascensor que no pegaba nada con el castillo en el que estábamos y llegamos a un pasillo muy largo. No recordaba cuál era mi cuarto, así que empecé a abrir puertas. Una de las habitaciones estaba decorada con dragones, otra era totalmente infantil...todas parecían tener un tema. Al final encontramos la mía y nos tomamos un chocolate liadas en una toalla.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Lost

Voy conduciendo un todoterreno que no es mío y me siento tan alta que me da un poco de miedo. Estoy en un cruce y L., desde la moto de atrás, me indica que tengo que girar a la derecha. Todo irá bien mientras la lleve cerca para guiarme. Sin embargo, en mi siguiente mirada al retrovisor L. ya no lleva el casco rojo de antes, sino uno de rayas. Me doy cuenta de que me he equivocado y me he metido en un callejón sin salida donde sólo hay una casa vieja enorme. Me bajo del coche para ver si alguien me puede guiar. Craso error. De la moto de detrás se baja una chica que no conozco pero que me da mucho miedo. Por una ventana de la casa se asoma una cara conocida, me abren la puerta y me meto corriendo. Aparezco en la terraza de un antiguo amigo al que hace mucho que no veo; su abuela me da una magdalena. Le doy las gracias y digo que me tengo que ir. Estoy en París, con otra L. Le digo que me da igual todo pero que me gustaría pasearme un poco por la île de la cité. Me dice que vale y me vuelvo a quedar sola dando vueltas cerca de una fuente con un ángel y muchos turistas que me agobian. Lo bueno es que hace un tiempo primaveral estupendo. Sigo con la magdalena en la mano.

martes, 1 de febrero de 2011

Inyección carnívora

Soñé que acudía al que fue el piso de mis abuelos, hoy en día vacío. Pero no estaba vacío, nada más entrar, una okupa mutante me atacaba con una jeringuilla, inyectándome un líquido que me obligaba a comerme a mí mismo. En el mismo rellano y sólo un rato después, una vecina miraba sorprendida la situación, como si verme doblado sobre mí mismo devorando mi propia pierna derecha al tiempo que sorbía la sangre que manaba a borbotones de mi femoral fuera una situación improbable pero no inaudita.