sábado, 20 de noviembre de 2010
Excursión
J. y yo nos bajábamos de un tren y paseábamos por un bosque que parecía otoñal pero la temperatura era más propia de primavera. A nuestra izquierda había vías de tren cubiertas de hojas. Yo hacía un comentario referente a lo extraño que era que los trenes pasasen por medio del bosque. J. ya no era J., sino L. Entonces la idea del bosque raro tenía más sentido y me sentí reconfortada. De pronto íbamos por una muralla desde la que se veía el mar y había faros rojos y blancos y barcas que subían y bajaban con la marea. Las vistas me hicieron muy muy feliz. '¡Qué bonito es el noreste!' Le dije a L. pero me di cuenta de que volvía a ser J. Me decía que ya haríamos fotos luego y bajó de la muralla. Yo quería que saliese el mar a través de un arco a través del cual se veían unas barquitas azules pero mi cámara enfocaba sin disparar, a pesar de que yo apretaba con todas mis fuerzas, hasta que me dolía la yema del dedo. Cuando por fin conseguí inmortalizar algo, todo se había movido y la imagen resultante me hacía llorar de frustración. J. preguntó a voces que por qué no bajaba pero yo ya me encontraba en un seminario diciendo que se me daba mejor la literatura que la lingüística.
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