lunes, 29 de noviembre de 2010
Casa flotante
Fui a visitar a D. a su tierra. Su casa era de madera, construida encima de un río...literalmente. Estaba empeñado en enseñarme su nueva tele de alta definición pero yo sólo estaba pendiente de agarrarme a algo. La casa se movía de un lado a otro y me mareaba. Quería salir al balcón pero me daba miedo caerme con los tumbos que dábamos.
lunes, 22 de noviembre de 2010
Operación
Me veía a mí misma en una mesa de operación. Los dos médicos se peleaban entre sí, sin haberme abierto siquiera y de pronto había sangre en todas partes. Veía al yo de la camilla sangrar como por arte de magia y el yo que contemplaba se desangraba también.
sábado, 20 de noviembre de 2010
Excursión
J. y yo nos bajábamos de un tren y paseábamos por un bosque que parecía otoñal pero la temperatura era más propia de primavera. A nuestra izquierda había vías de tren cubiertas de hojas. Yo hacía un comentario referente a lo extraño que era que los trenes pasasen por medio del bosque. J. ya no era J., sino L. Entonces la idea del bosque raro tenía más sentido y me sentí reconfortada. De pronto íbamos por una muralla desde la que se veía el mar y había faros rojos y blancos y barcas que subían y bajaban con la marea. Las vistas me hicieron muy muy feliz. '¡Qué bonito es el noreste!' Le dije a L. pero me di cuenta de que volvía a ser J. Me decía que ya haríamos fotos luego y bajó de la muralla. Yo quería que saliese el mar a través de un arco a través del cual se veían unas barquitas azules pero mi cámara enfocaba sin disparar, a pesar de que yo apretaba con todas mis fuerzas, hasta que me dolía la yema del dedo. Cuando por fin conseguí inmortalizar algo, todo se había movido y la imagen resultante me hacía llorar de frustración. J. preguntó a voces que por qué no bajaba pero yo ya me encontraba en un seminario diciendo que se me daba mejor la literatura que la lingüística.
lunes, 15 de noviembre de 2010
En mi sueño nadie practicaba snowboard
No ha nevado este noviembre y la temporada turística en Andorra amenaza con echarse a perder. Llega el puente un año más, pero esta vez es de cuatro días, ningún mortal quiere perder la oportunidad de deslizarse sobre la nieve por primera vez desde los últimos días de Marzo, ningún hostelero quiere perder la oportunidad de hacer caja.
La ladera de la montaña a más de dos mil metros de altitud es toda piedras y tierra cuando no la cubre la nieve. Hoy la nieve generada artificialmente por los cañones de ídem sólo cubre el recorrido exacto de las pistas principales, dotando a la ladera de un aspecto grotesco y sucio, como de chorritones de leche condensada sobre pan de centeno. Las piedras a veces sobresalen de la fina capa de nieve que ha quedado depositada déblimente sobre la tierra, es mediodía y estamos a 10 grados.
Los esquiadores se lanzan siguiendo la nieve, desde abajo son hormigas que sólo se interesan por la leche condensada. En la pista de dificultad media situada más a la derecha un hombre cae y no puede levantarse. El resto de hormigas la consideran un miembro prescindible de la colonia y la ignoran. Sólo el Gobierno de Andorra que vela por los intereses de toda hormiga turista extranjera -y esto es casi cada hormiga sobre la Tierra- ofrece todo un despliegue de medios para el rescate del herido. Motos nieve conducidas a toda velocidad por ATS que surcan las pistas provistos de camillas, mantas isotérmicas, termos con café y primeros auxilios de nivel.
Pero de repente el Sol empieza a esconderse tras las montañas, de repente la tarde está llegando a su fin. Y como cada tarde, los cañones de nieve se pondrán en funcionamiento para que al día siguiente los esquiadores puedan seguir disfrutando aunque sea de una débil sábana de cristales helados. El problema es que no pueden detenerse los cañones, y la hormiga herida continúa sin poder levantarse. Pronto estará herida y sepultada bajo la nieve.
Aún bajo la amenaza de los cañones de nieve que se elevan estratégicamente a lo largo de toda la ladera para poder cubrir hasta el último rincón de cada pista, algunos pequeños héroes anónimos conducen vehículos de engranajes traslúcidos que pilotan sobre la nieve casi como en acto de levitación. Como nadie puede evitar la caída masiva de la nieve artificial ni saben exactamente el momento en que se producirá, han trazado un plan para dotar de una oportunidad de supervivencia al esquiador malherido. Dispondrán sobre él una lona isoterma intentando crear a su alrededor un entorno de condiciones aptas para la vida durante unas horas, y cuando los cañones hayan acabado su labor, reiniciar el rescate con la esperanza de que siga vivo bajo toneladas de falsa nieve.
La ladera de la montaña a más de dos mil metros de altitud es toda piedras y tierra cuando no la cubre la nieve. Hoy la nieve generada artificialmente por los cañones de ídem sólo cubre el recorrido exacto de las pistas principales, dotando a la ladera de un aspecto grotesco y sucio, como de chorritones de leche condensada sobre pan de centeno. Las piedras a veces sobresalen de la fina capa de nieve que ha quedado depositada déblimente sobre la tierra, es mediodía y estamos a 10 grados.
Los esquiadores se lanzan siguiendo la nieve, desde abajo son hormigas que sólo se interesan por la leche condensada. En la pista de dificultad media situada más a la derecha un hombre cae y no puede levantarse. El resto de hormigas la consideran un miembro prescindible de la colonia y la ignoran. Sólo el Gobierno de Andorra que vela por los intereses de toda hormiga turista extranjera -y esto es casi cada hormiga sobre la Tierra- ofrece todo un despliegue de medios para el rescate del herido. Motos nieve conducidas a toda velocidad por ATS que surcan las pistas provistos de camillas, mantas isotérmicas, termos con café y primeros auxilios de nivel.
Pero de repente el Sol empieza a esconderse tras las montañas, de repente la tarde está llegando a su fin. Y como cada tarde, los cañones de nieve se pondrán en funcionamiento para que al día siguiente los esquiadores puedan seguir disfrutando aunque sea de una débil sábana de cristales helados. El problema es que no pueden detenerse los cañones, y la hormiga herida continúa sin poder levantarse. Pronto estará herida y sepultada bajo la nieve.
Aún bajo la amenaza de los cañones de nieve que se elevan estratégicamente a lo largo de toda la ladera para poder cubrir hasta el último rincón de cada pista, algunos pequeños héroes anónimos conducen vehículos de engranajes traslúcidos que pilotan sobre la nieve casi como en acto de levitación. Como nadie puede evitar la caída masiva de la nieve artificial ni saben exactamente el momento en que se producirá, han trazado un plan para dotar de una oportunidad de supervivencia al esquiador malherido. Dispondrán sobre él una lona isoterma intentando crear a su alrededor un entorno de condiciones aptas para la vida durante unas horas, y cuando los cañones hayan acabado su labor, reiniciar el rescate con la esperanza de que siga vivo bajo toneladas de falsa nieve.
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