Sueño.

(Del lat. somnus).

1. m. Acto de dormir.

2. m. Acto de representarse en la fantasía de alguien, mientras duerme, sucesos o imágenes.

3. m. Estos mismos sucesos o imágenes que se representan.

jueves, 31 de mayo de 2012

No quiero un ipad

Comemos en el jardín de una bonita casa de campo que habría de ser la casa del monte que vendió mi abuelo antes de morir, pero es todo mucho más verde y menos mediterráneo. Estamos allí mis tres primos, mis abuelos, G y yo. Cuando termina la comida, mi abuelo nos regala un ipad a cada uno de nosotros y yo me marcho contrariada: no quiero un ipad. [Nota: Sí lo quiero xD]. G y yo nos reunimos en la parte posterior de la casa y me besa y yo le hablo de mi abuelo que está muerto. Cuando volvemos al jardín delantero de la casa, éste ya no es pequeño y acogedor sino que se parece a un enorme campo de fútbol en el que estratégicamente se han situado máquinas que sé que nos dispararán cuando pasemos entre ellas. Echamos a correr para tratar de salir de allí. Hay un dinosaurio al final del jardín. Me despierto.

Lechugas azules

Es Octavio Paz un hombre pequeño, de grandes gafas y aspecto ratonil, lleva sombrero de copa, y se lo quita elegantemente cuando me siento la mesa. No sé, no sé, pero el aire es así como denso, de película de blanco y negro, y afuera, tras el marco de algo que es un cuadro o una ventana a una niebla que me hace pensar en la Metamorfosis de Kafka. Sueño que pienso a falta de no tener pensamientos para soñar.  Le sirvo la comida con una cuchara gris y le digo que no quedaban ya esponjas fritas,  pero que en lugar de eso, he cocinado lechuga azul, y emocionado asiente, moviendo su ratonil rostro, su sonrisa descompuesta de un lado para otro y me perturba porque es un gnomo pero parece amable y hambriento y se come la lechuga azul que le he servido en el plato. Le hablo un rato de la esponja frita, que se había quedado demasiado dura por sacarla muy pronto del aceite - interviene la imagen de la esponja rectangular demasiado dura, y la cara de depción de mi madre, y el hombre de Canal Cocina diciendo que tengamos cuidado con eso y no sé qué coño pinta el hombre de Canal Cocina en mi casa junto a mí, mientras tiro la esponja tiesa a la basura  -, oero después él asiente y come y me comenta que a Huidobro le gustaban las lechugas azules, y yo le digo que por qué no lechuzas azules, y él se ríe, se ríe mucho y se queda mirando el cielo, que es blanco, como todas las paredes, salvo aquel marco que me enseña el background de la Metamorfosis. Entonces yo recuerdo un ensayo que leí en que decía que Huidobro también padecía del vacío del cielo deshabitado. Así que le digo ¡Ah, el vacío del cielo deshabitado!, y el entusiasmado salta, moviendo el tenedor sobre la lechuga azul, ¡La autocita, la autocita!, exclama. Y le miro asombrada, miro  a aquel hombre pequeño, de grandes gafas y aspecto ratonil que me mira, y que se pone de nuevo, el elegante sombrero de copa.

Y me despiertan.








Nota: Octavio Paz jamás fue un hombre pequeño, de grandes gafas y aspecto ratonil que llevaba sombrero de copa. Era más bien un hombre fuerte, con buena vista y con aspecto de intelectual serio, que como mucho, llevaba corbata.